martes, 26 de enero de 2016

The Extra-Terrestrial

25 años más tarde he juntado el coraje necesario para contar esta historia. Se trata de una historia basada en hechos reales de mi infancia. Por respeto a las víctimas, se conservarán los nombres auténticos de los personajes.
Si bien no recuerdo exactamente cómo empezó todo, jamás olvidaré el día del incidente: el día que me provocaría un bloqueo o tal vez una obsesión, el nacimiento de mi mayor miedo y que me condicionaría hasta hoy. O tal vez ya no.
Si es un trauma infantil pero te dura hasta los 30, ¿se sigue considerando “infantil”? ¿O “pelotudo”? No sé, nunca me importó, yo siempre tuve miedo de verdad. Bueno, menos al principio.
¿Se acuerdan de los VHS? ¿Ustedes también grababan las películas de la tele? Recuerdo que antes del incidente, con 5 o 6 años yo tenía el hobby de grabar las pelis de la tele y luego las veía hasta el aburrimiento, me las sabía de memoria. Me acuerdo concretamente de dos: Caminante Lunar, la de Michael Jackson y E.T.
Yo no sé si por esa época E.T. se había puesto de moda o algo pero recuerdo que a todos nos encantaba y que un día, en un puestito de la feria de Tristán Narvaja, en la puerta de la casa del abuelo, mamá nos compró a mi primo Ruben y a mí, un muñequito de E.T. Re contentos estábamos con el muñeco al principio, pero más adelante, como todo niño, uno se desencanta o simplemente lo abandona en el olvido. Olvido que se sacudió el polvo de manera bien violenta poco después para reaparecer de repente y dejarme toda traumadita. Resulta que una tarde fuimos a casa de mi primo y como siempre, nos pusimos a jugar al escondite. A Ruben le tocaba esconderse y a mí me tocaba buscar. Busqué por todos lados, por el baño, la cocina, el salón, el cuarto… debajo de la cama… y allí estaba: la cabeza de su E.T. tirada en el suelo separada de su cuerpo. Se ve que el perro lo habría agarrado para jugar y lo hizo mierda. Y se ve que a mí también me hizo mierda.
Según mis cálculos, es a partir de este incidente cuando comienza mi miedo hacia E.T. y a partir de ese momento mi objetivo de deshacerme de mi muñeco de plástico. Pero para mí no era suficiente con deshacerme de él, tampoco podía escuchar su nombre, ver un poster, un fotograma, escuchar la música de la peli ni nada. Y por supuesto, por las noches soñaba con la imagen del primer contacto y los caramelos, que, por cierto, hasta ahora era lo único que recordaba de la película.
Han sido muchos años evitando el tema y poniéndome seria, hasta que un día, por casualidad en una tienda vi que tenían la película de oferta y decidí comprarla. Tenía que pasar mucho tiempo hasta querer verla pero al menos ya había dado el primer paso.
Y la semana pasada di el paso definitivo. Era domingo por la tarde, ya estábamos en pijama y planeando tirarnos en el sofá a ver una peli. Íbamos a ver El viaje de Chihiro pero de pronto me di cuenta de que era el momento perfecto para afrontar mi peor miedo. Dicho así nunca parece un buen momento, pero lo era, aunque dudé. Lo mencioné medio como de paso con voz flojita y luego enseguida me arrepentí pero entonces Manu no lo pudo permitir y se fue corriendo a preparar un montón de aperitivos para la felicidad: palomitas, olivas, cervezas, etc. Cuando volvió al salón solo se me veían los ojos dentro de la manta, pero ¿para qué más? Era todo lo que hacía falta.

DALE AL PLAY…

Tremenda pelotuda, ¿a esa boludés le tenía miedo? No entiendo cómo tardé tanto en volver a verla, en finnnn. Supongo que un poco era lo que me quedaba de la infancia y a lo que realmente tenía miedo era a desprenderme de esa sensación. Bienvenida a la vida adulta. Ya soy mayor. 








lunes, 4 de mayo de 2015

De Bichos y Flores


Flores

Recuerdo el período de mi infancia en que no me gustaban las verduras, en concreto las de color verde, excepto por la lechuga que me encantaba. Nunca me voy a olvidar de la escena del plato de zapallitos rellenos sobre la mesa durante horas esperándome (los zapallitos son calabacines redonditos y gordos). Recuerdo ese día como si fuera ayer. Yo tendría unos 9 o 10 años, digamos que era casi una adolescente pero no era capaz de meterme en la boca una cucharada de esas verduras. Recuerdo que me daban arcadas y Ana me decía: “la comida no es asco”. Sabias palabras y santa paciencia. Ese día me fui a la escuela sin comer y sin merienda, y al volver, para cenar, allí me esperaba mi plato de zapallitos.

La historia tiene final feliz para mí, ya que no iban a dejar que me muriera de hambre, pero no me comí los zapallitos y durante años no lo volvieron a intentar. Me salí con la mía, como tantos niños que odian las verduras por su desagradable color verde y el sabor amargo del calcio que las compone. Unos cuantos años más tarde, como a la mayoría de la gente, se me pasó la tontería y para alivio de mis padres empecé a comer de todo. O casi todo. 

Yo de chiquita comiendo lechuga. 
Bichos

Por esa misma época en que no me gustaban las verduras, tampoco me gustaban los gatos. Parece algo muy concreto que no te gusten “los gatos” y lo es, pero tenía motivos. Mi papá vivía en una casa que tenía el techo de chapa, lo cual era bastante común en aquel entonces e imagino que aún lo seguirá siendo. Mi hermana y yo compartíamos una habitación que tenía una pequeña ventana en el TECHO y que se abría hacia abajo. Los gatos del barrio, que vivían libres, realizaban su ritual de apareamiento en las alturas, pareciéndose sus maullidos demasiado a un llanto de bebé desesperado. Y como si meter todo ese mal rollo en el cuerpo de dos niñas fuera poco, los cabrones (porque para nosotras lo eran) se paseaban por el techo de nuestro cuarto haciendo resonar cada una de sus pisadas en la chapa y dejándonos sin calor en el cuerpo. Nunca olvidaré la noche en que mi hermana, apenas con 5 añitos se despertó de un sobresalto quedando sentada en la cama, como un muerto que se levanta de la tumba, y gritando: PUTOOOSSSSSS!!!!!!! Papá, que dormía en la habitación de al lado, vino corriendo a ver qué pasaba y Jessi no paraba de llorar.

Nunca me voy a olvidar del miedo que daba imaginarse a los gatos entrando en nuestra habitación por esa ventana en el techo; encima dormíamos en literas y yo dormía en la de arriba. Y con lo fantasiosa que soy, siempre que veía un gato me imaginaba que dentro tenía atrapado el espíritu de una mala persona que como castigo estaba encerrada en ese cuerpo felino. Hoy, ya no pienso eso (Bien Karen!… ¬¬). Todo cambió cuando me enamoré del dueño de un gato muy feo y al final, empecé a quererlos a los dos. El amor siempre triunfa, eso es así.


Solemos sentir miedo o rechazo hacia lo desconocido y como resultado nos perdemos muchas cosas, como por ejemplo sabores, lugares, personas, animales… Yo ya hace tiempo que no tengo miedo a lo desconocido, más bien todo lo contrario, me interesa saber, me interesa conocer, y buscando, buscando, me encontré a mí, y me pregunté si la vida que llevo tiene sentido (flipe máximo) o más bien si se corresponde con todo en lo que creo. Y me di cuenta de que vivimos una contradicción. Ya está bien, ¿no? ¿Acaso no somos buena gente? No nos gusta el sufrimiento ajeno, así que ya no formaremos parte de él.

Aun así, pienso seguir matando cucarachas. Ala, ya lo he dicho.





lunes, 22 de diciembre de 2014

If you don't succeed at first, try again!

Me hubiera gustado anunciarlo hace dos meses a ritmo de trompetas, bailando un candombe y con pedos de colores pero la verdad es que este trabajo me quita mucho tiempo.
Sí señores, por fin llegó mi momento, después de tantos años, tantos esfuerzos, tantos trabajos de mierda, por fin llegó mi momento. Después de tanta publicidad, tanto trabajar los findes, tanto no tener vacaciones, tanto no acabar nunca de formarme, por fin llegó el momento de vivir de lo que me gusta. Y no estoy hablando de sexo. Por fin conseguí trabajo como profe de inglés.
Pero hoy no estoy aquí para hablar de eso. Ustedes se preguntarán qué puede ser más importante hoy en día que tener trabajo. La verdad es que tener trabajo está guay, y poder empezar a trabajar en el mundo de la educación es para mí un sueño, pero hoy quiero compartir con ustedes un sueño más grande y más viejo que está empezando a volverse realidad.
Sensaciones similares a esta tuve cuando aprendí a manejar, cosa que me parecía casi imposible (hay testigos) y sin embargo mírenme ahora… je, Karanchita Alonso en su Poderoso. También sentí algo así cuando dejé de fumar hace casi dos años y cuando hace casi tres aterricé en Corea del Sur marcando el inicio de una nueva etapa en mi vida. Y en una medida menos intensa experimenté algo parecido cuando me rapé la cabeza por primera vez.
Pero hay una meta en mi vida que está por encima de todas esas nimiedades. Hay algo que me ha perturbado durante casi 30 años, algo que he estado buscando y a la vez evitando. Un miedo y un sueño. Una responsabilidad y una satisfacción. Si hay algo más grande que todo eso, es la vergüenza y el orgullo de por fin, aprender a nadar.
No quiero hacer spoiler porque seguro que quieren venir a verme a la piscina, pero puedo adelantar que lo estoy haciendo de puta madre. El instructor me dijo que se me da muy bien. Se ve que los intentos fallidos durante tantos años de familiares y amigos por enseñarme comienzan a dar sus frutos.
¡Se acabó eso de quedarme en la orilla cuidando las mochilas! Se acabó el no meterme al agua sin mi pack de aletas-snorkel-gafas-tabla-de-hipopótamo+amigo-socorrista. Ya van a ver este verano ¡qué sirena!
Recuerdo que hace unos cuantos años intenté apuntarme a natación por primera vez, pero cuando llegué al polideportivo toda contenta con mi bañador azul (que conservo y uso hoy), mis gafitas y gorrito, resultó que el curso era de entrenamiento y no de iniciación. Aun así me dejaron quedarme para ver qué podía hacer pero la ilusión duró muy poco. Salí del agua enseguida y me fui a casa toda triste, con la ilusión perdida y rota que duró hasta hace poco.
¡Por fin se acabó el miedo a morir cada día de lluvia! ¡Por fin tengo la opción de llegar a Uruguay por agua! ¡Ni las medusas van a poder conmigo! Aunque por si acaso, prefiero no provocarlas…


Antes de cerrar este post quería mandar un saludo a dos alumnas que me leen de vez en cuando y se ríen conmigo. O de mí. Thanks Paula and Amparo! 


martes, 16 de septiembre de 2014

Temporal

Domingo 14/09                                                         

19:13
Bueno, ésto recién empieza y ya me quiero ir. No puedo sacarme de la cabeza la idea de que en un futuro, espero que cercano, cuando mire hacia atrás y vea este presente lleno de horarios partidos, falsas sonrisas y miradas inexpresivas, me reiré. Diré, "al final todo acaba" (bueno, eso es un poco OBVIO)... "Y yo que lo veía eterno", "no fue más que otra etapa de mi vida"... "Valió la pena el esfuerzo!"... A lo mejor estas son palabras de mi presente que utilizo para sentirme mejor, como autodefensa. O como consuelo.

19:30
Aunque me sienta inspirada me reservo para escribir solo en los momentos en que no hay gente. Escribo para poder llenar esos espacios vacíos llenos de aburrimiento y hastío. Holy shit! Acabo de convertirme en una rapera! La rapera de la publi! Exactamente, eso es lo que estoy haciendo hoy y todos los domingos.

19:45
Anda! Una niña china adoptada hablando en valenciano, aisss qué mona! Y yo estudiando como una enferma para sacarme el grado medio que es un requisito más de los miles que me exigen para poder dedicarme a la docencia y por fin salir de esta rutina de mierda!

20:00
En vez de estar comiendo una paella con mi familia estoy aquí, repartiendo publicidad.

20:06
Una pareja de viejitos caminan abrazados despacito hacia las puertas del centro comercial, qué monos! Nos imagino a nosotros así dentro de muchos años. Él, pelado. Yo, culona. Mierda!! Es el presente!!

20:08

Podría estar en la cama con el ventilador viendo capítulos de Friends pero aquí estoy repartiendo publicidad. Podría estar mordisqueándole los muslos a mi sobrino. O a mi novio...

Podría estar jugando al Catán online u offline si tuviera vida social pero NO. Estoy aquí con los papelitos. A lo mejor alguna de estas personas quiere jugar conmigo! Ahora ellos son mi círculo social. 
Me preguntaron dónde hay una máquina de tabaco y no lo sé. 
Dos marroquíes esperan sentados en un banco a un tercero que, según mi intuición, les trae droga. 

20:13
Confirmado. 

20:21
Podría estar dándome una ducha fresquita. Tomándome un helado. Una birra. Comiendo canelones, o pizza! En la finestra. Haciendo una mudanza. Bañándome en la piscina. Contestando e-mails. Podría estar acariciando a mi gato. O rascándome el conejo. De pollas ni hablemos. Podría estar tocando la guitarra, el ukelele y la armónica al mismo tiempo! Andando en bici, jugando al fútbol o tirándome en paracaídas. 
Podría estar sacándome los mocos y pegándolos en la pared...
Podría estar enumerando miles de actividades que prefiero hacer antes que estar aquí. 
Mierda, eso ya lo estoy haciendo! Se rompe, ésto se rompe, no lo puedo empezar a disfrutar...

20:40
Se me han caído "accidentalmente" todos los papelitos. Me agacho a recogerlos muy despacito para ganar tiempo. Casi, casi me siento sobre mis talones. Tan cerca del placer y  a la vez tan lejos! Con la tontería ya han pasado casi dos horas, pero la última siempre se pasa más lenta. Podría decir que casi equivale a dos horas más pero me pagan solo una. 
Se me acaba el folio de la salvación.

Un domingo aburrido de publicidad me ha dado para una entrada absurda y sin reflexiones en mi blog. Empiezo a verle futuro a ésto. Aunque espero que sea temporal.
Hasta el próximo domingo!



                                                    


viernes, 13 de diciembre de 2013

Washington Sarlanga Sasarasa


Esta mañana un atrevido me dijo con cierto tono de reproche: “Los uruguayos tiene cuatro apodos para todos: el gordo, el flaco, el negro y el pelado”. Creo que se siente preocupado porque pronto será juzgado por un equipo entero de yoruguas ansiosos por bautizarlo con su merecido apodo después de un rápido juicio. Yo le digo “tranqui Krusty, como mucho te llevarás el de flaco o rulo”. Creo que el “flaco” le hace hasta un poquito de ilusión.
 Es una actividad muy común entre los charrúas la de ponerle apodos a la gente, digamos que es algo tan natural como involuntario y aunque muchas veces se disfruta y otras se hace con mala leche, es parte de nuestra cultura. La mayoría de los apodos surgen como alias en relación a nuestro nombre, en relación a nuestra apariencia física, o alguna cualidad de nuestra personalidad, muchas veces incluso pueden surgir de alguna anécdota de nuestra vida que acaba sentenciándonos para siempre. Yo de éstas tengo un rato.
Voy a empezar por la anécdota más antigua que recuerdo en la que recibí el apodo que con orgullo llevo hasta la fecha. El día que me empecé a llamar Karancha. Éramos chicas, (hace más de 20 años) y jugábamos en el terreno del fondo de casa que papá había puesto unas hamacas (columpios). Eran como las de las placitas, las típicas que tienen varias partes: dos columpios, un trapecio, un columpio para dos, etc. El juego consistía en cruzar desde un columpio a otro sin pisar el suelo, que se suponía que era un mar de lava. Nosotras éramos piratas que teníamos que conquistar otros barcos (éstos eran los columpios) y entonces nos pusimos nombres: a ella, que se llama Victoria, la llamé "Vickinga", y a mí (que me llamo Karen…) ella me puso "Karancha". Luego Karancha derivó en Karanchita y bueno, muchas otras.  
En la escuela me vi sometida a muchos apodos. El primero que recuerdo y que, por suerte, no condicionó mi prematura adolescencia pero me convirtió por un tiempo en el hazmerreír de mi clase, fue un apodo que me puso una profesora de educación física sin ella misma darse cuenta de cómo acababa de sentenciarme: “¡Karen! ¡Dobla esas rodillas que corres como un pato!”…pato!...pato!...to!...o!... (Eco). Ya está. No hizo falta más. Todos la escucharon, no había lugar para el error. El resto de mis días en el instituto pasé a ser “Pato jajaja”. Porque a los niños les hacen gracia los apodos, sobre todo si al afectado no le hace gracia, cuanta menos, más.
No recuerdo bien si fue en la escuela o en el instituto pero hubo una época en la que se puso de moda meterse con mi nombre y se inventaban apodos que acababan sin tener nada que ver conmigo o con mi nombre pero era divertido. Para ellos. Algunos de esos apodos eran “carreta”, ”carretilla”, luego las cosas empeoraron cuando empezaron a meterse con mi apellido (Bentancur) y surgían palabras como “bentanculo”, “bentamelculo”, y otras cosas con “culo”.
A medida que fuimos creciendo y todos empezaron a darse cuenta de que yo ya no crecería más, empezaron a llamarme “peti”, “petisa”, “peque”, “chiquitita”, “enana”, “amiga de bolsillo”, "petisita culona", “inspector de sócalo”, “carpintero pobre” (porque no tiene 1 metro), “amormini”, “¿por qué eres tan mini?”,  etcéteras. También siempre he sido “gorda”, o “gordi”, “negra” o “negri”, para mis amigos y papás. También algunos de mis amigos me llaman “mona” o “monísima”. Para mi mamá soy “chanchis” o “chanchita”, supongo que será por la nariz… También para Jessi fui “vaca”, “karebro” o “jaka”. Ahora que recuerdo hubo una época en la que me llamaban “Margarita”, como la vaca del primer gran hermano argentino y mis abuelos me llamaban “el pollito bebé”, porque hay que apagarle la luz para que deje de comer. Sí, hubo una época en la que comí mucho. Para mis tíos siempre fui “la Lore”, que más que un apodo es mi segundo nombre pero solo lo usaban ellos y “Karen DiCaprio” porque era su fan número uno =) Nota: Cumplimos años el mismo día =). Para mis hermanitas soy simplemente “Ka” y también para la mayoría de mis amigos.  Y bueno, seguro que me dejo unos cuantos, pero los más actuales y a partir de mi nuevo pelo rapado que ya todos conocen, soy “la pelada” o “carlitos”.
Aunque siempre seré "Karanchita". Pa’ servirles!


 


Recuerdo de nuestra infancia =) Jessinky y Karebro. Te quiero pendeja!!